jueves, 31 de mayo de 2012

Ernesto Sabato: El Túnel Capítulo 1


Sabemos el nombre del protagonista, quien es Juan Pablo Castel, un pintor. Se sabe que mató a María Iribarne Hunter. Aunque las razones de escribir su libro trata de explicarlas, a fin de cuentas se entiende que no lo hizo por vanidad sino, por tener que hacerlo. Dice Castel, que la única persona que pudo haber entendido sus motivos era la misma persona que mató. Lo cual, a primera vista es incomprensible e irónico. Lo que en primera vista los unió fue un cuadro que él mismo había dibujado. Indescriptible, pero en verdad fue eso lo que los unió.
            El hombre se muestra tímido, pero pensador –no sé si todos los hombres sean así, peor por lo menos Castel sí lo era. Es un tanto realista. ¿Por qué? Porque se muestra en desacuerdo con reacciones humanas, a las que yo tengo desprecio y en verdad se les debe tener un cierto sentimiento de repugnancia. Como los grupos de ciertas personas o sectas. Castel narra poco a poco cómo es y la influencia que tienen todos sus sentimientos mezclados, con esa mujer a la que se entiende, mató.
Juan Pablo Castel, parece ser un hombre racional. No por el hecho de que piensa, como cualquier hombre, sino por que analiza. Analiza a la vaguedad de la sociedad en unas 200 palabras. Además de resaltar que lo que se conoce a fondo, puede llegar a ser profundamente odiado – me da miedo. Igual habla de los charlatanes, los críticos y los mediocres encontrados de manera sutilmente guardada.
            Juan Pablo Castel buscó de muchas formas el acercarse a esa damita que le había llamado tanto la atención. No por su belleza, sino por entenderlo entre toda esa bola de inútiles. Descabelladas ideas y sentimientos innecesarios tuvieron auge en la mente de nuestro protagonista. Imaginaba situaciones cotidianas, sugeridas para hablarle. La veía pasar en la vereda pero no se animaba del todo y creyó tener que estar completamente loco para poder hablarle a esa hermosa mujer. Ella caminaba rápido, bastante, de hecho.
            Castel se decide a seguirla hasta el edificio de la Compañía T y allí en un ascensor esa misteriosa mujer se sonroja al encontrarlo.  Ella finge amnesia, por el cuadro que los unió y la ventanita que solo ella logró observar. Juan Pablo se va y ella regresa a el. Pero de pronto se vuelve a ir quizá al edificio de la Compañía T. Él la espera esperando que trabaje en ese lugar. Descarta un par de posibilidades, del por qué ella estaba ahí.                                                                                               

Se hundía con sus propios pensamientos y dio la impresión de estar obsesionado con el tiempo, o de  ser por lo menos bastante puntual. Llevaba paso del todo lo que acontecía desde que a ella la había visto. Por fin, Juan Pablo Castel se decidió a regresar a su casa.
            Al día siguiente la vio salir del subterráneo y la jaló casi brutalmente de un brazo. La llevó hasta la Plaza San Martín en dónde el hablaría con ella. Hablaría de lo mucho que él la necesitaba. Pero ella, siendo más coherente no supo para qué. Ni él mismo sabía para qué la necesitaría a ella. Y fue cuando se da uno cuenta que nuestro personaje principal es un tanto instintivo e impulsivo. Igualmente lo sabemos por la leve discusión que tuvo con la misteriosa dama diciéndole que ella hacía daño a todo aquel que se le acercara. Ella se muestra como un personaje duro. Lo cual es raro en una mujer.
            Juan Pablo Castel la llamó al día siguiente. Ella se muestra fría y un tanto cortante, pero se sabe con unas cuantas palabras que tiene inquietud en saber lo que él siente. Se nota una conexión instantánea-no sé si buena o mala, pero constante. Castel al final, se pinta como alguien antipático. Como ese estado en el que estamos a veces, con la diferencia de que él lo tomaba como forma de vida.


2.Al leer estos primeros 11 capítulos me dio temor. Me dio temor el saber que un hombre tan común, tan parecido a mí haya matado a alguien. Alguien que haya pensado tantas ideas descabelladas para ver a alguien, alguien como yo, haya matado a quien más lo pudo haber comprendido.
Ernesto Sabato: El Túnel 
            A veces la misma apatía que me invade de ver los mismos rostros, la misma vida, me resulta ya indiferente. Se convierte en algo cotidiano, y logro algo estupendo: me amargo la existencia. Me he hecho preguntas como el por qué tener ese afán de tener una respuesta a todo. Me he preguntado por qué todo es tan miserable y que tan pequeños somos. Y como él, quizá por el hecho de ser un pintor sea de esa manera, pero ¿yo por qué?
Ahora bien debo aplaudir a Ernesto Sabato: acabo  de compararme con uno de sus personajes, con un asesino serial. Normalmente al leer un libro, estoy consciente de que nada es verdad. Pero tomé he tomado a este libro más bien como un diario, de  Juan Pablo Castel. Ahora, Castel se pinta sólo, a su manera. Pero ¿cómo lo pintaría alguien que es verdaderamente feliz? O alguien que está loco. No sé. Ni por un lado ni por otro me voy. Pero sí me he quedado con la duda del ¿por qué la mató?


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