domingo, 20 de noviembre de 2011

La realidad de la prostitución infantil

La verdadera realidad es que el negocio de la prostitución mueve cifras millonarias. Funciona tanto desde lugares exclusivos con gente de alto poder  y turistas extranjeros hasta las estaciones de tren, donde adultos demandan sexo a chicos de hasta 11 años, (varones o mujeres), a cambio de "monedas" o un plato de comida. La necesidad le gana a la inocencia en muchos y si no es que todos, los casos. 
No se trata de una situación de países tercermundistas, se trata de una realidad  a la que los niños de todas las edades están expuestos. No se puede estar completamente seguro de cómo es que los jefes de estos negocios escogen a sus víctimas. Pero a los niños que son seleccionados, normalmente son 'amigos' de un supuesto amigo adulto. Se acercan a ellos y después... los venden, los explotan, les pegan, los atemorizan: los callan. 
Las víctimas de la prostitución infantil, van desde los 3 hasta  antes de los 18, según un reporte de éste último año. Como anteriormente ya se había mencionado, las víctimas no solo son de bajos recursos, hay de todas las clases. Tienen en común algo: una debilidad anímica a partir de problemas familiares. La mayoría de las víctimas habían sufrido algún tipo de descontrol en su niñez de tipo emocional. Otros de éstos niños no, simplemente fue un suceso negro en su vida...aquellos que lo sobreviven. ¿Cómo alguien puede tener el corazón para hacerle eso a un niño? Es una interrogante que cada día es causa de lágrimas, suspiros e incredulidad en los ciudadanos. 
Pero... ¿qué pasa con aquellos que logran escapar? El abuso al que son sometidos los menores cuando son obligados a prostituirse es el problema de salud mental más grave y destructivo de todos. Al introducir a estos chicos en actividades que no son propias de su edad se interfiere el desarrollo normal y saludable de su sexualidad. Claro, que depende del niño y de su fortaleza mental el presentar, más adelante algún desorden o filia. Aquellos que son tratados psicológicamente a tiempo, pueden salvarse (que son un porcentaje menor). Pero aquellos que no lo logran, viven quizá sin hablar ni mencionarlo, o en  soledad, entre muchas otras situaciones. 

¿Cómo podemos evitar que nuestros hijos estén en peligro? En realidad, no se puede. Todos estamos expuestos de alguna manera al peligro de cualquier índole. Sólo debemos estar alerta a lo que los niños nos dicen, a lo que sienten, a lo que les preocupa, a lo que no quieren hacer. Debemos entenderlos. Quizá los niños, están más seguros de su realidad y de lo que quieren, que nosotros mismos. No por ser menores no lo saben, hay que saberlo y recordarlo. 
 

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