domingo, 27 de noviembre de 2011

Aristóteles, proponía en una de sus tantas teorías, que el ser humano, no era más que un simple zoon politikon. Es decir un animal pensante y social. Al ser, el ser humano un ser pensante, por instinto natural es un ser que siente y tiene la capacidad de pensar y reflexionar (esto último es lo que nos separa de los demás animales). Un ser humano siente, no solo físicamente, sino también mentalmente. Uno puede sentir ternura, amor, felicidad, enojo, tristeza… una infinidad de sentimientos.
Y... ¿qué son los sentimientos? Los sentimos, nos llaman la atención, los necesitamos, e incluso a veces son tan ‘fuertes’ que no los podemos describir. Pues bien, un sentimiento es un estado de ánimo o disposición, por el cual se percibe el entorno de un individuo, de acuerdo a una tonalidad afectiva determinada. Los sentimientos nos conllevan a diferentes estados. Por ejemplo, un sentimiento de apatía, nos causa un estado de indiferencia hacia la realidad. Por tanto, sabemos que los sentimientos dan una tonalidad afectiva hacia cómo vemos el mundo y qué tanto queremos cambiarlo. Es aquí, en dónde entra la voluntad.
Viendo un poco más allá de estos dos términos, planteo una hipótesis: Si es que existe una intensidad de voluntad, así como tonalidad, entonces qué tan influyentes son los sentimientos en ambos aspectos

Nuestro cerebro, más allá de ser una masa encefálica, es prácticamente el motor de nuestro cuerpo. Físicamente, el cerebro hace todas las funciones motoras y psicomotoras del cuerpo humano. Por ejemplo al mover un dedo, estamos activando nervios, huesos, músculos, tendones, etc. Prácticamente lo hacemos mecánicamente, pero si reflexionamos un poco acerca de qué es lo que estamos logrando con nuestro cerebro, nos sorprenderíamos.
Pues sí, el cerebro manda todo tipo de señales y estímulos a todas las partes de nuestro cuerpo. Pero, también existe algo a lo que muchos expertos del tema conocen como el ‘cerebro moral’. No es otro cerebro, ni el corazón, mucho menos otra cabeza dentro de nosotros. Es la parte de nuestro cerebro que cognitivamente actúa en función de nuestras emociones y sentimientos.
Si quisiéramos hablar del cerebro en un reporte, e incluso un libro, no acabaríamos. Ni siquiera empezaríamos a tocar el tema. Y es que el cerebro humano es una de las cosas más complejas de nuestro universo.
El ‘cerebro moral’, como se mencionaba anteriormente, actúa en función de nuestros sentimientos y emociones. Un sentimiento, (disposición, en la cual se va a percibir el entorno de un individuo), nos conlleva a emitir una emoción y un estado determinado. Una emoción se define como el cambio o alteración de un estado de ánimo determinado, frente a una situación. Así pues se dice que una emoción, como la definición lo señala, nos conduce a un estado de ánimo determinado.
El cerebro moral no tiene otro propósito más que el de responder a situaciones determinadas a las que se enfrenta el ser humano, mediante un sentimiento definido, seguido por una emoción y terminando en un estado de ánimo.  

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